¡Hola, hola!
Quería compartir con vosotros una de las redacciones creativas que he realizado este cuatrimestre en la asignatura de lengua. Es una manera de escribir propuesta por la profesora, y que consiste en redactar lo que queramos usando una serie de palabras que nos indica ella. Puede ser una carta, una historia, un poema... Lo que nos apetezca crear, ¡siempre y cuando dichos términos estén incluidos! Esta en concreto me hace ilusión por ser la primera, ¡espero que también os guste a vosotros!
El primer día de otoño
Por
fin llegó el día. Primer día de otoño. Cambio de estación y de tiempo. Fuera el
calor sofocante. Hola de nuevo a la entrada del viento amable que introduce al
invierno.
Siempre esperaba nervioso esta fecha porque
tenía por costumbre visitar el bosque cercano a mi casa para sentir cómo
comenzaba una nueva estación y todo cambiaba.
Como
hacía todos los años, me puse mi vieja chaqueta color mostaza y me adentré en
el bosque, del que conocía no todo, pero una gran parte.
Me
gustaba la sensación de la llegada del otoño. La tierra mojada y convertida en
barro tras las primeras lluvias, la hierba fresca y con olor a clorofila… Me
encantaba el aroma que dejaba la lluvia después de haber pasado y la sensación
de frío que permanece.
Recorrí,
como era mi camino habitual, el sendero que me permitía adentrarme hasta sentir
que estaba rodeado de árboles, y mirar hacia arriba y no poder divisar el cielo
por la espesura de estos. Ya empezaban a aparecer en ellos los colores del
otoño. En su mayoría eran ocres. Ocres de tonalidades marrones, castaños,
parduscos, de color granate, algunos más amarillentos y otros todavía verdes.
Esa
tarde todo sucedía como tantas veces. Me sentía a gusto con el entorno, cercano
a lo que me rodeaba.
Sin
embargo, de repente, escuché un sonido. No se correspondía con el sonido que
provoca el paso del viento entre los árboles, o el de la lluvia al caer de manera
lenta en la tierra seca. Era otro tipo de sonido, más bien una melodía. Sí, una
melodía escrita en partitura.
Me
paré, esa melodía estaba muy cerca. Y no me era indiferente, la tenía en mi
cabeza desde hacía años, quién sabe desde cuándo, pero no la identificaba, no
la asociaba a nada.
Empecé
a moverme en dirección suya, caminando cada vez más rápido. Nervioso, quería
acabar con el misterio en seguida, escondía demasiado. No podía tardar tanto en
averiguarlo. Inmediatamente comencé a correr a buen ritmo, mientras notaba cómo
el corazón me latía a cada paso con más fuerza. Bum, bum, bum… Notaba mi latido cada vez más
acelerado. Desconocía qué parte del bosque era aquella, ya no me paraba a mirar
los árboles.
Y
de repente, llegué a la melodía. Una casita destrozada, deteriorada por su
desuso. Pero la melodía seguía, estaba dentro.
Notando
todo mi cuerpo nervioso, entré, necesitaba saber de dónde venía, qué
significaba, por qué la tenía grabada en mi mente y podía tararearla de
memoria.
En
el interior de esa casita estaba esa melodía, en una caja de música que
permanecía abierta y por eso su cancioncilla no paraba. Al momento recordé
todo: la música, la caja, la habitación… Todos estos elementos salieron de mi
cabeza formando un recuerdo que tenía olvidado, pero no perdido:
Era
una caja de música, que permanecía abierta y por eso su cancioncilla no paraba.
Al momento recordé todo: la caja de música de mi abuela, la que escuchaba
siempre que leía. Pero… ¿quién la había dejado abierta, en un bosque deshabitado?
¿Por qué no la había oído hasta ese momento, hasta ese día de otoño?